Bueno, el caso es que cuando yo era pequeño la mayoría de juguetes que tenia, o quiero pensar que los que a mi me gustaban y que por eso tenia, eran mayoritariamente coches. Tenía una caja enorme de coches pero como buenos, sabes? Porque era una especie de colección que tenia mi padre, en realidad, que hizo para mí. Cada vez que iba a la gasolinera compraba un cochecito de estos, con el que yo jugaba. Era una colección que todo los coches eran como reales y tal, debajo de cada uno venía escrito la marca y el modelo, pero no eran tan buenos como para ser, digamos, algo de exposición. Desde muy pequeño jugué con coches, muchos coches, y a esto se le sumaba que tenia una alfombra en la habitación de estas como de ciudad con carreteras, la mítica de los noventa, y eso me ayudaba a desarrollar más mis ideas e historias.

Yo también tenia estos coches y, de hecho, los conseguía porque mi padre trabajaba en una empresa, bueno no sé si era una empresa, sólo que se llamaba "Sintagma". Recuerdo que se llamaba así porque era la época en que en la primaria estábamos estudiando todo eso de sintagma nominal y entonces lo relacionaba. Creo que él maquetaba unos fascículos o algo así. Con estos fascículos siempre venía un juguete o algo de colección, mejor dicho. Hacíamos todas las colecciones porque mi padre lo tenía gratis. Teníamos estos coches… que no podía jugar con ellos porque tenían esa base donde ponía el nombre del cochecito, que iba con tornillos. A eso que les quitaba los tornillos pero dejaba esa plaquita con un dibujo del coche correspondiente para luego volver a poner la placa a su sitio, con los tornillos. Luego también algo que me encantaba que me trajera eran los Madelmans, me daba la vida con eso. Un día a la semana, el dia antes de que el fascículo saliera a la venta, me traía el Madelman. Había uno que era como el más neutro, que no iba “disfrazado”, no era ningún esquimal ni nada de eso, e hice que fuera el líder del grupo. Y para que tuviera algo especial le puse una muleta del Madelman médico. E iba cojo. Como era el más neutro me permitía identificarme más con ese juguete. A ver, no me iba a sentir tan identificada con el esquimal, por ejemplo. Y luego también me traía, eso que te regalé, que eran las miniaturas para las casas de muñecas pero sin las muñecas. Como todos los accesorios para montar tu casa de muñecas: la mesa, el jarrón, la fruta, incluso los juguetes de los niños… todo eso en miniatura. Esta de hecho fue la primera colección que trajo a casa. Luego vinieron los coches y después los madelmans. Y yo siempre decía que mi padre tenía el mejor trabajo del mundo, en plan, le regalan juguetes, quién no va a querer este trabajo?

Bua, mis Playmobils. Eso del grupo, los Madelmans... me recuerda a mis Playmobils. Tenia una alfombra en la salita, normal, sin nada raro. Tenia un dibujo así rollo geométrico que lo que hacía es que alrededor de toda la alfombra se generaba como una especie de mosaico, entonces parecía que la alfombra tuviera un marco. Y eso me servia a mi para establecer que en medio ponía la casa de los playmobils y aquello era una carretera que giraba alrededor de lo que yo imaginaba que era el pueblo. Siempre solía inventarme muchas historias pero no algo muy fantasioso sino bastante reflejo de la vida real. Sobretodo cuando jugaba con los playmobils, o sea, había famílias y este vive solo y este es el policía y este es el alcalde… Me gustaba establecer todas estas jerarquías y ordenes que se establecen en la vida real. Cada uno tiene su trabajo, su historia, su vida... porque sino me parecía todo muy banal. O incluso hacer cosas que no me gustaran, entiendo que si estas jugando pues haces lo que quieras, sin embargo, yo tener que hacer que uno de los Playmobils viviera en la granja y tuviera que ir a poner comida a las gallinas, yo lo hacía, con todo lo aburrido que fuera esa acción. Pero lo creaba. Lo creaba porque consideraba que era así, no iba a un realismo extremo digamos, pero sí dormían o ciertas cosas. Pero creo llegar a pensar, si no me equivoco, supongo que cuando ya era un poco mayor, que esto lo llegué a pervertir de alguna manera, haciendo que ocurrieran pues yo que sé, desgracias.

Sí, mis historias también eran súper racionales. No había ningún componente de fantasía, todo lo que estaba pasando, cuando yo jugaba con mis muñecos de plástico, era posible. Y todo tenía que tener su explicación, todo, todo, todo. Eso es, cada uno tenía su vida y su rol. Y eso era lo que me captaba. Además no había nada relevante, no era por ejemplo un asesinato, no, eran historia cotidianas, situaciones que puedes tener con amigos… Además siempre acababa el juego porque mi madre me hacía recogerlo todo. Nunca dejaba una historia a medias, terminaba la historia pero al día siguiente lo que yo generaba tenía que ver con el día anterior. Casi como si fuera una serie con capítulos. Porque sino no había lógica. Y cada personaje tenia una voz, un carácter… y los personajes luego no podían ser otra persona, no, si se han conocido de una forma siempre se van a conocer de eso. Eso me lleva a que cuando llegaba un muñeco nuevo me encantaba el momento de presentarlo a los otros. En forma de ceremonia o mas natural, en plan, que algún muñeco no muy protagonista lo presentaba al grupo principal. Me sorprende mucho también, porque yo era tan racional, que cuando me cansaba de un juguete no podía simplemente apartarlo, sino que había siempre una explicación de que se iba, aunque sea de viaje a Cancún o dependiendo del grado de rallada que me hubiese cogido con este juguete, en plan, si solo era para un rato porque quería que dos personajes se quedaran solos o porque realmente me había cansado de jugar con él y entonces quería que se váyase un tiempo a la Antártida, por ejemplo. Y esta racionalidad la llevaba a tal punto, que entonces lo que pasaba un poco, es que cuando ya había despedido a esa persona si al cabo de un rato venía alguien que no había presenciado ese acto, esa persona, bueno muñeco, preguntaba por el que se había ido. Y los otros se lo contaban. No había nada que no pudiera ser real.


La realidad llevada a la ficción... Me acuerdo de dos policías tipo... no sé que medían, yo que sé, ni diez centímetros. Eran de un plástico bastante blando, pero eran figuras de acción, estas que puedes mover las articulaciones y todo. Eran una pareja, no sentimental. Era interesante porque uno era negro y el otro era blanco, no sé si la gente ya estaba pensando en temas raciales y tal. Pero eso, recuerdo que no eran muy grandes. El hecho de que fueran pequeños me permitía jugar con el entorno, como por ejemplo, Lo que te contaba de los Playmobils. Había la alfombra, el sofá y una pequeña mesita. Esto me permitía jugar a que eso también fueran espacios habitables, no? Como que el sofá era la montaña y debajo del sofá había unas cuevas y tal. Me gustaba mucho eso, intervenir en los espacios que tenia yo a mi alrededor y utilizarlos o redefinir su función. Y esto también es algo que hacia mucho en mi apartamento de Cubelles cuando estaba allí bastantes veranos con mi abuela. Allí tenia una caja llena de muñecos muy diversos, había desde un songoku a... es que no recuerdo ni qué había ya. Pero bueno, eran figuras de diferentes cosas y diversos tamaños pero, era eso, no acostumbraban a medir más de un palmo. Montaba toda una especie de ciudad en lo que era el balcón, pero aquí si recuerdo ser más mayor y sí que empezaba a haber estos rollos como que algunos tenían negocios turbios, tenían algún tipo de mafia… cosas raras. Supongo porque era una época en la que ya estaba empezando a mezclar lo que veía en la tele, las películas, además de algunos videojuegos, pero aun no era tan mayor como para dejar de jugar a muñecos y todo ese rollo.

Ahora que dices eso, sí recuerdo haber jugado con el espacio cuando no estaba en mi casa. O a veces cuando tenía un espacio grande para mi sola. Nunca he jugado delante de la gente con muñecos, nunca, lo odiaba. Porque para mi era algo íntimo y siempre he tenido mi cuarto para jugar que lo llamábamos "l’habitació de les joguines". Y que ya no existe. En esta había una mesa y en ella había como… bueno dependiendo, iba cambiando cada dos años o así, según los reyes magos. Había una casa de algo, en plan, una granja, un castillo de los Playmobils, luego hubo una casa de Peter Pan que era una auténtica pasada porque tenía un montón de trampillas. Y finalmente me quedé solo con la mesa. Con eso iba haciendo. Pero siempre jugaba en esa mesa, a no ser que la temática fuera la expedición o por ejemplo con los madelmans siempre salíamos porque su estética acompañaba a eso. Si no era eso yo no me iba por la casa, era puntual. Prefería historias de vidas amorosas o amistatales. Estoy hablando de líos amorosos pero a ver, yo creo que iba a cuarto de primaria o así… tercero, cuarto, quinto, primero de la eso, segundo… Como ves dejé de jugar muy tarde. Normalmente los muñecos tenían, por su aspecto, una edad superior a la mía así que me imaginaba como debía ser esa vida de jóvenes. Muchas veces me sentía... a ver, había una especie de protagonista, que como te he dicho, era siempre el más neutro y me identificaba con él. Acostumbraban a ser chicos. Puede también porque tenía pocas muñecas y las que tenía eran princesas heredadas de mi hermana. Bueno, juntaba las chicas con los chicos, claro como yo me sentía identificada con él, no me hacía falta crear una escena lésbica para entrar en la historia. De hecho no sé que concepto tenia yo de eso. Además dos princesas Disney enrollándose digamos que es un poco raro, ojalá. Pero creo que mi imaginación no daba para tanto. Sí que había una pareja gay. Y era de mis historias favoritas, la verdad. De hecho uno era Fred Jones de Scooby-Doo. Luego lo que te contaba, para mí era muy íntimo. De hecho me agobiaba mucho que mi hermana me espiara y Marta era muy jodida con eso. Tenía la sensación cómo si estuviera leyendo mi diario, que nunca he tenido diario, pero puede ser una sensación parecida. Y no sólo por eso, sino porque cuando se ponía detrás de la puerta me privaba del hecho de jugar. Si sabia que había alguien detrás yo ya no podía imaginar o hacer todo lo que hacía porque tenía medio pie en el terreno real. Es una de las cosas que más me han molestado de ella, y nunca entendió porque yo me ponía así. A día de hoy, no puedo comparar lo que sentía con algo que me ocurra ahora.

No creo que hubiese podido jugar en una mesa, no lo sé. Hasta lleve al límite mi exploración. No sé como, conseguí unos cordones de zapatillas y claro, esto para mi fue genial. Porque yo tenía un balcón que no daba a la calle sino a una especie de patio trasero que antes allí no se podía acceder. Entonces, el atar un muñeco, y empezar a bajar como si yo estuviera investigando allá abajo, me parecía, o me parece aún, de lo más increíble. Incluso en casa de mi abuela también llegué a hacerlo. Ella vive en un tercero y bajando, bajando, bajando, recuerdo conseguir poner al muñeco en el balcón de la vecina. Cuando jugaba con los coches también me pasaba, era imposible que los coches los dotara tan solo de un medio de transporte. Yo entendía que dentro de esos coches siempre había alguien. Ponía un coche al lado del otro y estaban hablando, no es que los coches hablaran y tuvieran vida propia, sino que había alguien allí dentro. Yo imaginaba que había alguien. Dentro de todo lo que yo me puedo saltar de la realidad, esa gente solo vivía en el coche. Pero, por ejemplo, no me gustaba mezclar estos coches y los Playmobils, o no siempre, porque consideraba que el tamaño no era real. Y a mi eso no me entraba en la cabeza. Prefería que no hubiese transportes a esa mentira. Pero en cambio cuando jugaba con muñecos diferentes, cuando todos eran diferentes, pues estaba bien. Pero cuando jugaba con playmobils, un muñeco del mismo tamaño pero con diferente anatomía, no entraba. Respetando un patrón de tamaño, sin pasarme.

Me pasaba exactamente lo mismo. No podía mezclar los Playmobils, legos, gogos… con nada. Tenia cajas llenas de juguetes de plásticos diferentes y entre ellos bien según que las dimensiones fueran mas o menos parecidas, pero yo nunca mezclaba un Actionman con los muñecos de plástico. Pero en los muñecos había como una anarquía de lo que entraba y lo que no entraba. Como que si eras un muñeco de menos de un palmo y eras de plástico… tuvieras articulaciones o no, fueras un perro o un dinosaurio, entrabas. ¿Pero como vas a mezclar un playmobil con un spiderman articulado? No se puede, no se entiende. Tendrías que tener una historia muy buena para que se entendiera que el playmobil tiene ese pelo tan raro y que siempre esté sonriendo. O sea, no cuadra, no es posible…y más si hay muchos como él. ¿Como una comunidad de extraterrestres o como lo hacemos? Yo creo que no los mezclaba porque eso, ya no lo podía explicar, por lo tanto no lo mezclo y punto.

Nos creíamos mucho nuestras historias. Puede porque estaba todo muy pensado. Supongo que hay gente que cualquier cosa se la creía. Veo que nosotros no. Hubo un tiempo en el que ya en vez de montar como toda la parafernalia de montar mil muñecos y mil tal, me empezó a dar como más por este rollo de un par de muñecos o solo uno… como cosas pequeñas siempre… por eso mismo. Empecé a ver que el entorno era el que realmente era, y que los muñecos seguían teniendo algo de fantasía. Se convirtió en una especie de misión secreta de alguien que había venido de otro mundo o lo que fuera y todo gigante. Puede porque ya no me creía que un silla fuera un edificio. Así que lo adapté para que me entrara en la cabeza.Tenía esta idea aún de jugar con cosas fantasiosas, de otorgarles vida a unos muñecos, pero no tanta como para que todo lo que me rodeaba fuera mentira. Esto se acabó aún más cuando empecé a sudar de muñecos y si jugaba con el entorno era con mis dedos. Con el índice y el corazón. Este gesto que hemos hecho cualquiera, de que se utilizan como si fueran unas piernas y que tu mano es una especie de persona. Un hecho muy característico fue, creo que íbamos a Gran Canaria o algo así porque quizá iba a quinto o sexto de primaria y recuerdo el momento de tener que escoger si me llevaba algo. Porque me pasaba mucho lo de restringirme. La idea esa de que… Pues Raúl coge… o sea si te quieres llevar algo cógelo ya, ¿no? Entonces la cosa era que, claro yo no me podía llevar doce muñecos o quince juguetes pero recuerdo el momento de tener esos dos policías en la mano y decir: bueno, con mis dedos me sirve. Que lo que en el momento pudiera ser o parecer algo como así no tengo que llevarme nada, como no necesito nada material, lo veo ahora algo que me daba vergüenza. Como que si jugaba con mis dedos no parecía tanto que era un niño pequeño. Porque no tenia un juguete o no lo llevaba encima. Nadie iba a darse cuenta de que yo estaba jugando o lo que fuera. Y recuerdo que en el avión, me hubiese gustado tenerlos. Porque estaba en la ventana haciendo ver que una mano y la otra se peleaban. Esa idea de: no, con las manos tengo suficiente, era mentira. Se escondía detrás, eso, vergüenza. Luego ya sí que tuve la época como que empecé a dejarlos o si jugaba era algo muy forzado. Porque me lo pasaba muy bien e intentaba volver a ese momento. Pero ahora me parece… imposible. Me encantaría pero lo veo difícil. Por el hecho de que con doce años… trece… en Cubellas, en el apartamento de mi abuela, de un verano para otro perdí las ganas de jugar. Probar-lo y no duraba nada. Era algo que yo intentaba rememorar, no? Rememorar el recuerdo tan bueno de lo bien que me lo pasaba. Ya no tenía la misma capacidad de generar historias, de jugar con los muñecos, sabes? Porque había algo en mí que me decía que aquello ya no tocaba. Que sí que era muy bonito, que me lo había pasado muy bien pero que aquello ya no tocaba. Y mi propia mente no se estimulaba. No trabajaba para que aquello se desarrollara.

Recuerdo este momento a la perfección. Era así, yo estaba en secundaria y era consciente de que a mi edad ya no se jugaba a muñecos. Porque mis amigas no hacían eso. En mi casa, cuando acababa de comer el postre me iba corriendo al cuarto a jugar porque eran las tres y sabía que a las cinco tenía que ponerme a hacer deberes. No contaba en la escuela que aun usaba juguetes. De hecho, mi madre, no sé porque recuerdo esto, pero más de una vez, cuando me veía jugando con los muñecos venía y me preguntaba si yo siempre me quedaría viviendo con ellos y jugando a eso. A lo que yo respondía con un rotundo sí. Y lo creía de verdad, claro yo me lo pasaba tela de bien, porque lo iba a dejar? Con mi hermana nos llevamos seis años, y ella empezaba a salir de fiesta. Mi madre me preguntaba si yo no saldría de fiesta. Y yo: claro que no, ¿quien quiere salir cuando puede quedarse aquí? Y por eso recuerdo dejar de jugar, porque ya era mayor. Me ponía a jugar, y te lo juro, que duraba tres minutos, cada vez menos, y que a mi misma me sorprendía. ¿Como podía ser que me estuviera pasando esto a mi? “Va Anna, que aquí has pasado tus mejores momentos”. Antes yo podía estar horas sin parar sentada con los muñecos. Además fue de un día para otro, de golpe. Ya no me interesaba lo que yo estaba contando, me aburría mi propia historia. No conseguía entrar en el mundo del juego y perderme en él. Estaba jugando desde la posición de la realidad. Solo moviendo esos muñecos articulados, no que esos muñecos fueran alguien. Me miraba el juguete, como estaba hecho pero ya no entraba en el. Me forzaba a jugar y no salía. Ya no entraba en el juego. No recuerdo que fuera sustituido por nada, puede que sí, pero no recuerdo porque podría haber sido sustituido el juego.

Es esta idea de dejar de jugar, sabes? Ya no porque no creyera en mi mismo, bueno, sí, no creía en mi mismo desde el punto de vista de que no me creía lo que estaba haciendo. No capaz de creerme todo lo que mi cabeza intentaba generar. Mi cabeza era capaz de generarlo, porque tenía la imaginación suficiente para inventarme una historia para un muñeco, pero no para creérmelo y ponerme a jugar. Me duraba muy poco los ratos de juego. Pero no creo que fuera nunca por vergüenza, sabes? Es decir, en mi casa podía jugar a la que quisiera y no decir que jugaba. Pero no lo dejé por eso. No creo que nunca dejara de hacer las cosas por vergüenza o porque alguien me estaba viendo. Pero yo mismo, no era capaz de creérmelo. Sin embargo, tampoco podía deshacerme de todos estos juguetes o muñecos. Supongo que tenían algo especial por los recuerdos y tal. Pero porque pensaba que aún los podía hacer servir. Que aun podría jugar algún día o que ya me vendrían las ganas. Claro, unas ganas que al final ya nunca llegaban. Aquello se iba posponiendo y no retomabas aquella caja de juguetes o el baúl con los Playmobils, Aquello ya había quedado obsoleto. Sin embargo, aun me queda algo de eso porque me da cierto juego a veces que me toque un muñequito, o algo en un huevo kínder, sabes? Ahora mismo, me refiero con veinte años, he ido andando por mi calle dónde hay unos pilones, sabes? Para que no aparquen los coches, sí? Y a lo mejor hacer esto de los dedos, como que va caminando y va saltando de uno a otro. Ya no sé si es una costumbre que he adquirido a lo largo de muchos años o hay resquicios de lo que fue jugar.

Entiendo lo que quieres decir. Una vez tuve que hacer limpieza de juguetes en casa. Y tenia que escoger porque mi madre me puso unos limites. Creo que es la tarea que más he odiado en mi vida. A día de hoy también. En ese momento ya no jugaba con muñecos. Dejé atrás aquellos que no eran importantes para mí o no tanto como otros. Y luego fui a tomar algo con unos amigos. Al volver a casa vi en un contenedor que mi madre había dejado allí la bolsa de basura con los juguetes fuera del contenedor por si alguien los quería. Estaban todos mis juguetes esparcidos por el suelo como si alguien hubiese reventado la bolsa y se había quedado toda la calle con piezas, partes, trozos de juguetes. Y me quede blanca. Acto seguido me fui rápido a casa llorando con un sentimiento de culpabilidad enorme. De, ¿como has abandonado esto? ¿Como se te ha pasado por la cabeza? Y cuando llegue a casa me desmonté. Le decía a mi madre porque me había obligado a hacer eso. Me imaginaba a la gente chutando los restos de juguetes. Pensaba en mis muñecos allí, en la intemperie, como si dejara a alguien que quisiera allí fuera. Como que había una relación sentimental o algo parecido con ellos. No como si ellos pudieran sentir, pero que lo que yo sentía y siento es real. Algún tipo de vínculo con estos objetos, una relación muy profunda. A día de hoy, cuando pienso en eso, me vuelve la sensación. Y no podría tampoco hoy dejar atrás juguetes o que fueran a otra casa, necesito saber que cuando quiera puedo volver a verlos, aunque no juegue.
MUNDO JUEGO










LA MUERTE DEL/A MUÑECX
LA MUERTE DEL/A MUÑECX
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SENTIMIENTO
POR LOS
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MUÑECOS ACTORES
JUEGO
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CULTURA
JUEGO
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CULTURA
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CULTURA
NARRATIVA
(vínculo práctica artística)
RACIONALIDAD EN EL JUEGO DE MUÑECOS
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